jueves, 5 de junio de 2014
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Lectura
bíblica:
Himno 60
He.
13:15 Así que ofrezcamos siempre a Dios, por medio de El, sacrificio
de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan Su nombre.
LA EXPRESION MAS ELEVADA DE LA VIDA ESPIRITUAL DE UN SANTO
La
alabanza es la obra más elevada que llevan a cabo los hijos de Dios.
Podemos decir que la expresión espiritual más elevada de la vida
espiritual de un santo es alabar a Dios. El trono de Dios es el punto
más alto del universo, pero El “habita entre las alabanzas de Israel”
(Sal. 22:3). Mediante la alabanza se exalta el nombre de Dios e incluso a
Dios mismo.
LA VICTORIA ESPIRITUAL DEPENDE DE LA ALABANZA
Cuando
usted ora, todavía se encuentra en medio de su propia situación, pero
cuando alaba, usted la trasciende…Muchas veces, cuando la oración falla,
lo que obra es la alabanza. Este es un principio muy básico. Si no se
puede orar, ¿por qué no alabar? El Señor ha puesto en sus manos otro
recurso para la victoria y para que se jacten en esta victoria. Debemos
aprender a mantener este espíritu en una posición elevada, un espíritu
que esté por encima de todos los ataques. Puede que las oraciones no nos
lleven al trono, pero la alabanza ciertamente nos llevará al trono en
cualquier momento. Puede que las oraciones no nos sean lo que nos
permita vencer en cualquier momento, pero la alabanza no falla ni una
sola vez. Nada hace que el Señor se mueva tan rápido como la alabanza.
La oración no es la manera más fácil de hacer que se mueva la mano del
Señor, sino la alabanza. Aquí podemos ver que la victoria espiritual no
depende de la guerra sino de la alabanza. Debemos aprender a vencer a
Satanás mediante nuestra alabanza. Le vencemos no solamente por medio de
la oración sino también por medio de la alabanza. Mucha gente está
consciente de su propia debilidad y de lo feroz que es Satanás, y
resuelve luchar y orar. Sin embargo, aquí vemos un principio que es
único: la Victoria espiritual no depende de la Guerra sino de la
alabanza.
LA PRÁCTICA DE LA ALABANZA
No
solamente debemos orar a Dios, sino más aun, debemos aprender a
alabarle. Necesitamos conocer el significado de la alabanza al inicio de
nuestra vida. Debemos alabar a Dios incesantemente. David recibió la
gracia de Dios y le alababa siete veces al día. Alabar a Dios
diariamente es un buen ejercicio, una buena lección y una muy buena
práctica espiritual. Debemos aprender a alabar a Dios al levantarnos
cada mañana. Debemos aprender a alabarle cuando nos enfrentamos a los
problemas, cuando estamos en una reunión o cuando estamos solos. Debemos
alabar a Dios por lo menos siete veces al día. No dejen que David nos
sobrepase en su alabanza. Si no hemos aprendido a alabar a Dios
diariamente, es difícil que tengamos los sacrificios de alabanza de los
que se habla en Hebreos 13. (Messages for Building Up New Believers [Mensajes para creyentes nuevos], p. 247, 249, 251-252, 254)
DE LA BOCA DE LOS NIÑOS Y DE LOS QUE MAMAN EL SEÑOR FUNDO LA FORTALEZA (ALABANZA)
De
la boca de los niños y de los que maman el Señor ha fundado la
fortaleza (alabanza, Mt. 21:16) a causa de Sus adversarios, para detener
al enemigo y al vengador (Sal. 8:2). Que se mencionen los niños y los
que maman, es decir, los más jóvenes, pequeños y débiles entre los
hombres, indica la consumación más alta de la obra redentora del Señor.
En la salvación que Dios provee, la mayor consumación consiste en
perfeccionar a los más pequeños y a los más débiles para que alaben al
Señor.
CUANDO ALABAMOS AL SEÑOR ES LA EXPERIENCIA MÁS ELEVADA
DE NUESTRO DISFRUTE DE CRISTO
Cuando
disfrutamos al máximo la obra redentora de Cristo, tendremos toda la
confianza de alabar al Señor. Cuando estamos desanimados y decepcionados
quizás nos lamentamos y nos quejamos. En cambio, alabar al Señor es la
experiencia más elevada de nuestro disfrute de Cristo. Disfrutar a
Cristo nos fortalecerá para elevar una perfecta y completa alabanza al
Señor. Todos tenemos que aprender a alabar. Esta es la consumación
máxima que Dios ha completado en la obra redentora que Él efectuó por
medio de Cristo.
ES NECESARIO QUE TODOS SEAMOS NIÑOS Y LACTANTES EN LA VIDA DE LA IGLESIA
Es
posible que físicamente no seamos viejos, pero en nuestra experiencia
cristiana tal vez seamos como viejecitos cansados y fatigados. Si
todavía somos jóvenes en el Señor, alabaremos al Señor cuando vayamos en
camino a las reuniones. Cuando estábamos en Elden Hall en Los Ángeles,
un hermano iba gritando alabanzas al Señor mientras manejaba rumba a una
reunión. Un policía lo vio, lo siguió y lo detuvo. El policía le
preguntó al hermano qué le ocurría. Entonces el hermano le contestó:
“¡Estaba alabando a Jesús!” Luego el policía lo dejó ir. Esta es la
manera apropiada de venir a las reuniones. Al venir manejando rumbo a
una reunión, debemos cantar, alabar y gritar así: “¡Amén! ¡Aleluya!
¡Amén! ¡Señor Jesús! ¡Amén!” Muchos de nosotros no haríamos esto debido a
que hemos envejecido. Ser viejo significa ser débil. Debemos gritar más
“aleluya”, decir más “amén”, y alabar más. Nuestras reuniones deben
estar llenas de voces de jubilo.
El
Señor lleva a cabo una obra tan consumada a causa de Sus adversarios.
Los hace con el fin de insultar a Satanás. Es como si Dios dijera:
“Satanás, tú has hecho tanto así. Ahora déjame mostrarte cuánto puedo
hacer Yo. Yo puedo hacer mucho más de lo que tú puedas hacer. Mira ahora
a todos Mis hijos. Todos son niños y lactantes que me alaban”. Esta
alabanza hace callar a Satanás. Nuestra alabanza hace callar la voz del
enemigo. De nuestra boca el Señor funda la fortaleza y perfecciona la
alabanza a causa de Sus adversarios (por dentro), para detener al
enemigo y al vengador (por fuera).
NUESTRA ALABANZA TIENE QUE SER PERFECCIONADA
Los
cristianos tal vez alabamos al Señor, pero nuestra alabanza tiene que
ser perfeccionada. Tenemos que alabarlo porque Su esplendor está sobre
los cielos y Su excelencia llena la tierra. Luego podemos alabarlo por
Su encarnación, por medio de la cual Él nos visitó. Luego debemos pasar a
alabarlo por Su vivir humano, por Su muerte, por Su resurrección, Su
ascensión y por Su reino. Nuestra alabanza debe incluir todos estos
asuntos. Entonces nuestras alabanzas serán perfeccionadas y completadas.
Esta alabanza es la fortaleza producida de la boca de los niños y de
los lactantes. Tal alabanza perfeccionada es la consumación final de la
obra del Señor en la encarnación, el vivir humano, la muerte, la
resurrección, la ascensión y el regreso para señorear sobre la tierra.
Cuando
venimos a la mesa del Señor, detenemos toda clase de palabras y obras
humanas. Detenemos nuestras obras. Al estar a la mesa hacemos una sola
cosa: alabar al Señor. Para poder alabar, tenemos que cesar nuestra
obra. De este modo, a la mesa del Señor, somos los verdaderos niños y
lactantes. Al cesar nosotros todas nuestras obras para alabar al Señor,
los adversarios, el enemigo y el vengador son derrotados. Esto
avergüenza al enemigo de Dios.
Debemos
permanecer en la condición y espíritu dela mesa del Señor. Nuestra vida
cristiana debe ser como la mesa del Señor. Cuando regresemos a nuestro
hogar después de la mesa del Señor, debemos seguir albando al Señor.
Debemos aprender a no hacer mucho. Por otro lado, no debemos ser
holgazanes. El punto es que debemos hacer cesar nuestras obras humanas y
debemos ser los que simplemente alaban al Señor (Life Study of Psalms, pp 60-61, 69)
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