jueves, 5 de junio de 2014
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Lectura bíblica: Himno 333
2
Ti. 1:6-7 Por esta causa de recuerdo que avives el fuego del don de
Dios que esta en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha
dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura.
Hoy
día todo lo que podamos hacer positivamente en nuestro espíritu es un
ejercicio. La palabra griega ejercicio es el sustento para la palabra
inglesa gimnasia. Para hacer gimnasia uno debe utilizar toda su energía
física a fin de poder ejercitar todo su ser físico. Debemos ejercitar
nuestro espíritu de la misma manera. Nuestro entorno en su totalidad no
nos ayuda a ejercitarnos, sino que tiene la intención de que nos
mantengamos en una situación baja. La situación en su conjunto no nos
permite proseguir laborando. Antes, nos ayuda a ser perezosos, a
deslizarnos. Es una corriente cuesta abajo, la cual más bien nos ayuda a
ir hacia abajo. Es más, la corriente lo lleva a uno. Pero si uno se
dirige cuesta arriba, debe ejercitarse y debe pelear (The Basic Lesson on Life [Lecciones básicas de vida], p142)
En
Primera de Timoteo 4:7 dice: “Ejercítate para la piedad”. En Segunda de
Timoteo 1:7 dice: “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía sino de de
poder, de amor y de cordura”. Luego, en Segunda de Timoteo 4:22 dice:
“El Señor esté con tu espíritu”. Cuando juntamos estos versículos
podemos ver que ejercitarse para la piedad depende de que ejercitemos
nuestro espíritu, que es donde está el Señor. Si usted quiere
ejercitarse para la piedad, debe saber cómo ejercitar su espíritu porque
el propio Dios está en su espíritu. Estos versículos son el terreno
para el ejercicio del espíritu (Our Human Spirit [Nuestro espíritu humano], p.71)
LA MANERA DE EJERCITAR EL ESPIRITU
Uno
de los secretos para ejercitar nuestro espíritu es invocar el nombre
del Señor. Podemos considerar el invocar el nombre del Señor como el más
grande secreto que existe para ejercitar nuestro espíritu…Tal vez
cuando empieza a orar, usted está en su mente, pero luego de mucha
práctica, gradualmente estará en el espíritu. Practicando más, llegará
un punto en el que cada vez que ore, usted orará en su espíritu y con su
espíritu. La oración no consiste solamente en pedir cosas a Dios sino
más bien en contactarle y tener comunión con El. Por lo tanto, la mejor
manera de orar es invocar el nombre del Señor. En la Biblia se nos dice
que debemos orar sin cesar (1 Ts.5:17). La única manera de orar sin
cesar es invocar el nombre del Señor (The Four Crucial Elements-Christ, The Spirit, Life, and the Church [Los cuatro elementos cruciales: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia]: , p. 109)
Leer
la palabra con oración y por medio de oración, o sea, orar-leer la
palabra, es la mejor forma de leer la palabra. Para poder leer solo
necesitamos nuestros ojos y nuestro entendimiento. Pero para recibir la
palabra de Dios hasta las profundidades de nuestro ser, necesitamos
nuestro espíritu, y la forma más eficaz de ejercitar nuestro espíritu e
por medio de la oración. Cada vez que oramos, espontáneament4e
ejercitamos nuestro espíritu. Entonces lo que leemos con nuestros ojos y
lo que entendemos con nuestra mentalidad entrará en nuestro espíritu
por medio de nuestra oración. Cada palabra en la Biblia necesita que la
oramos-leamos. (La manera ordenada por Dios de practicar la economía neotestamentaria, pags.84-85)
Debemos
empezara ejercitar nuestro espíritu al orar porque orar, en principio,
es algo que se realiza en el espíritu (Ef. 6: 18). Si uno va a ejercitar
sus ojos, debe ver. Si uno va a ejercitar sus pies, debe caminar.
Mientras más camina, más ejercitará sus pies. Del mismo modo, la mejor
manera en que usted puede ejercitar su espíritu es aprender a orar (Our Human Spirit [Nuestro espíritu humano], p.73).
Referencias:
The Basic Lessons on Life [Lecciones básicas de vida], ch. 18; Nuestro
espíritu humano, cap. 10; The Four Crucial Elements—Christ, The Spirit,
Life, and the Church [Los cuatro elementos cruciales: Cristo, el
Espíritu, la vida y la iglesia], ch. 7; La manera ordenada por Dios de
practicar la economía neotestamentaria, cap. 8
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