lunes, 6 de febrero de 2017
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La primera
responsabilidad de nuestra comisión es predicar el evangelio. Predicamos el
evangelio de Jesucristo a fin de que los pecadores sean salvos y así sean
miembros de Cristo para la edificación de Su Cuerpo. La salvación que Dios ha
preparado no es algo superficial. Esta salvación hace de los pecadores miembros
de Cristo. Los que reciben el evangelio son bautizados en el Cuerpo de Cristo
(1 Co. 12:12-13), llegando así a ser los miembros del mismo Cristo. ¡Dios salva
a los hombres hasta tal extremo! Como miembros del Cuerpo de Cristo, los pecadores
que hayan sido salvos tienen que ser edificados conjuntamente (Ef. 4:16) para
ser Su expresión corporativa.
Aunque Dios desea
que todos los hombres sean salvos (1 Ti. 2:4), nadie puede ser salvo si no se
le predica el evangelio (Ro. 10:13-15). Dios ha encomendado el evangelio a los
que creemos en Cristo (1 Ts. 2:4), y por medio de nuestra predicación El salva
a los hombres. Dios siempre está listo para salvar, pero nosotros tenemos que
estar dispuestos a predicar. Predicar el evangelio no es algo pequeño. Para
predicar el evangelio, primero debemos tener un contacto continuo con las
personas, no sólo por unos días o unas semanas, sino durante todo el año; y
debemos visitarlos con regularidad hasta que se arrepientan y reciban la
salvación de Dios. Tenemos que laborar en ellos con paciencia y perseverancia.
Nuestro Señor Jesús mismo se relacionaba continuamente con las personas y
visitó a muchos durante los años de Su ministerio público en la tierra (Mt.
9:35; Mr. 6:6; Lc. 13:22); también envió a Sus discípulos para que visitaran a
las personas llevándoles el evangelio (Lc. 9:1-2; 10:1-9). Después de que el
Señor ascendió, los primeros creyentes siguieron Su ejemplo y salieron a
visitar a las personas en todas partes, llevándoles el evangelio de Jesucristo
(Hch. 8:1, 4; 26:19-20). Hoy día tenemos la misma comisión de visitar a
nuestros parientes, vecinos, amigos y colegas y de compartir con ellos las
buenas nuevas de la salvación de Dios, y llevamos esta comisión hasta lo último
de la tierra (Mt. 28:19-20; Mr. 16:15; Lc. 24:47; Hch. 1:8). Nuestra esperanza
es que todos los hombres sean salvos y por ende, miembros de Cristo, y que sean
introducidos en la edificación de Su Cuerpo al predicarles nosotros el
evangelio.
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